El triunfo de la Selección Mexicana de futbol sobre su similar de Estados Unidos el pasado martes 15 de octubre ha traído un soplo de aire fresco a una afición que, hasta hace poco, parecía resignada a los pobres resultados del equipo nacional. La victoria de 2-0, con goles de Raúl Jiménez y El Chino Huerta, ha generado una chispa de esperanza en medio de la peor crisis que ha atravesado el futbol mexicano en años. Sin embargo, como bien señala el refrán: una golondrina no hace primavera.
Este resultado, aunque en un partido amistoso, no debe pasar desapercibido. Ganarle a Estados Unidos siempre es un motivo de satisfacción, pues en los últimos años el equipo del norte ha demostrado ser el verdadero rival a vencer para México, tanto en términos de futbol como de infraestructura deportiva. Sin embargo, este triunfo no es motivo para el triunfalismo. La realidad del futbol mexicano sigue siendo desoladora y los problemas estructurales que han afectado al deporte no se resolverán con una victoria aislada.
Lo más destacable de este partido no fue únicamente el resultado, sino la forma en que el equipo se comportó en la cancha. Por primera vez en mucho tiempo, se pudo ver una Selección Mexicana con carácter, que no solo mostró entrega y voluntad, sino también una clara intención futbolística. Javier Aguirre parece haber encontrado, al menos en esta ocasión, un cuadro que combina experiencia, como la de Raúl Jiménez, con la juventud y el ímpetu de jugadores como El Chino Huerta. Esta mezcla dio frutos y demostró que hay talento suficiente para, con el trabajo adecuado, formar un equipo competitivo de cara al Mundial de 2026.
Sin embargo, sería un error caer en la complacencia. Este partido amistoso debe tomarse como una nota positiva, una excepción en el contexto de la crisis profunda que afecta al futbol mexicano. Javier Aguirre y sus jugadores tienen frente a ellos un reto titánico: transformar este destello de buen futbol en una constante y lograr que la Selección Nacional llegue al Mundial de 2026 con aspiraciones serias, no solo con la intención de participar.
Aguirre, quien ya tiene experiencia en el banquillo nacional, sabe bien que una victoria en un amistoso no es suficiente para cambiar el rumbo de una selección que ha estado a la deriva. El futbol mexicano necesita cambios de fondo, desde la formación de jugadores hasta la organización interna de las ligas nacionales. Los aficionados quieren ver un equipo que no solo luche con el corazón, sino que juegue con inteligencia, técnica y estrategia.
En resumen, este triunfo contra Estados Unidos es un buen comienzo, pero no es el fin del camino. Javier Aguirre tiene mucho trabajo por delante para consolidar una Selección que sea digna de representar a México en su propia Copa del Mundo. Mientras tanto, la afición puede disfrutar de esta victoria, con la esperanza de que sea el inicio de algo más grande. Pero hasta que no haya constancia en los resultados y una mejora palpable en el nivel de juego, no será momento de echar las campanas al vuelo. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.