La designación del próximo titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) será una de las decisiones importantes que Claudia Sheinbaum deberá enfrentar como presidenta de México. Este nombramiento no solo marcará el rumbo del deporte en el país, sino que también reflejará la seriedad con la que su gobierno abordará los retos del deporte de alto rendimiento y su gestión. Los nombres que circulan en los medios –Rommel Pacheco, Moisés Muñoz y la posibilidad de que Ana Gabriela Guevara continúe– plantean un panorama preocupante. Ninguno de ellos parece tener el perfil ideal para encabezar esta institución.

Rommel Pacheco, exmedallista olímpico y actual diputado, es sin duda una figura destacada en el deporte mexicano. Sin embargo, su experiencia política es limitada y su reciente derrota en las urnas, como candidato de Morena a la presidencia municipal de Mérida, cuestiona su capacidad para liderar una dependencia tan compleja como la Conade. Por otro lado, Moisés Muñoz, aunque popular por su carrera como portero de futbol, carece de experiencia en la administración deportiva. Ambos, a pesar de sus logros en sus respectivas disciplinas, parecen no ser más que figuras mediáticas, cuya popularidad podría ser vista como un activo político, pero no necesariamente como una garantía de éxito en la gestión deportiva.

El caso de Ana Gabriela Guevara es aún más preocupante. Desde su llegada a la Conade en 2018, su gestión ha estado marcada por la controversia y el desencanto. Lo que comenzó con la promesa de transformar el deporte en México, terminó siendo un sexenio de escándalos, falta de empatía con los deportistas y una alarmante desconexión con las necesidades reales del deporte de alto rendimiento. Si Claudia Sheinbaum decide mantenerla al frente, no solo estaría perpetuando un modelo fallido, sino que también enviaría un mensaje de continuidad en una gestión que ha sido ampliamente criticada.

Ahora bien, la pregunta central es: ¿el nuevo titular de la Conade debe ser un exdeportista? La historia nos muestra que no necesariamente. De los siete titulares que ha tenido la Conade desde su creación en 1988, algunos han sido deportistas destacados como Raúl González y Carlos Hermosillo, mientras que otros, como Bernardo de la Garza y Alfredo Castillo, llegaron sin una trayectoria deportiva, pero con una visión administrativa diferente. Si se mide el éxito por las medallas olímpicas, De la Garza, con nueve medallas en Beijing 2008, es el más exitoso. Pero si se mide la empatía y el apoyo a los deportistas, Ana Gabriela Guevara ha sido, sin duda, la peor.

Sheinbaum enfrenta el desafío de nombrar a una persona que no solo entienda el deporte, sino que también sea capaz de enfrentarse a las mafias y grupos de interés que controlan muchas de las federaciones deportivas en México. No se trata simplemente de designar a alguien que haya practicado un deporte, sino a un promotor apasionado, con una visión clara de lo que el deporte puede y debe ser en México. Alguien que priorice a los deportistas sobre el poder, y que tenga la fuerza y determinación para transformar una institución que, en muchos casos, ha fallado en cumplir con su misión.

La nueva administración debe comenzar por revisar y replantear las funciones de la Conade, desde sus objetivos y metas, hasta los recursos que se le asignan. Es esencial que la dependencia esté al servicio de los deportistas y no de intereses políticos o económicos. Solo así, podremos aspirar a un futuro en el que México destaque en las olimpiadas y en todas las competencias internacionales, no solo por la calidad de sus atletas, sino también por la seriedad y profesionalismo de su gestión deportiva.

La designación del próximo titular de la Conade no debe ser una decisión tomada a la ligera. Sheinbaum tiene la oportunidad de corregir el rumbo y, en lugar de perpetuar errores del pasado, sentar las bases para un nuevo enfoque en el deporte mexicano, uno que realmente esté al servicio de los atletas y del país.

Onel Ortíz Fragoso en X: @onelortiz