En el fútbol mexicano, los proyectos suelen tener una duración efímera, una realidad que Renato Paiva acaba de experimentar de primera mano. La directiva del Toluca FC decidió no renovar su contrato tras dos torneos consecutivos donde el equipo no logró superar los cuartos de final. Aunque la decisión puede parecer justificada desde la óptica de los resultados inmediatos, también expone una contradicción profunda en la manera en que se manejan los proyectos en el fútbol nacional.
Paiva llegó al Toluca con la promesa de revitalizar un equipo que históricamente ha estado entre los grandes de la Liga MX. Con una inversión importante que superó los 30 millones de dólares y el respaldo de contar con jugadores como el campeón de goleo, el portugués Paulinho, tenía un escenario ideal para consolidar su estilo de juego. Sin embargo, la falta de contundencia en las liguillas fue su talón de Aquiles. El equipo fue incapaz de marcar goles en sus dos últimas eliminatorias, un fracaso inaceptable para una de las mejores ofensivas en la fase regular.
En sus declaraciones tras la eliminación ante América, Paiva defendió el avance del equipo en términos de estilo y funcionamiento. Sin embargo, reconoció que “los resultados mandan”, una verdad absoluta en el balompié mexicano. A pesar de que el estratega argumentó que el proyecto aún tenía potencial para cosechar éxitos a futuro, el peso de las expectativas y la presión de los aficionados terminaron siendo determinantes para su salida.
Lo preocupante de esta situación es el ciclo vicioso que representa. Se invierte en jugadores y cuerpo técnico, pero no se da el tiempo suficiente para que un proyecto madure. La falta de continuidad y la obsesión por resultados inmediatos terminan afectando tanto al rendimiento del equipo como a su desarrollo a largo plazo. El caso de Paiva no es único, pero sí ejemplifica cómo el modelo de gestión en clubes como Toluca está diseñado para obtener triunfos fugaces en lugar de construir un legado sólido.
La directiva de los “Diablos Rojos” tendrá que reflexionar sobre los próximos pasos. Encontrar un técnico con capacidad para devolverle al equipo su protagonismo histórico será clave, pero también lo será garantizarle las condiciones para trabajar sin el fantasma de una destitución prematura. Si Toluca quiere realmente recuperar su lugar entre los grandes, no puede seguir hipotecando su futuro en busca de un título inmediato.
La lección que deja la era Paiva es clara: en el fútbol, como en la vida, el éxito es un proceso, no un golpe de suerte. La pregunta es si Toluca y otros clubes mexicanos estarán dispuestos a aprenderla.