Imane Khelif tuvo una infancia compleja al nacer en una provincia de Argelia llamada Biban Isbah y soñar con ser boxeadora pues en el contexto islámico de ese lugar, las mujeres y mucho menos las niñas pueden participar en deportes, peor si se trata de deportes de contacto considerados “masculinos”. Ella misma, en un documental comparte lo difícil que fue obtener permiso de su padre para entrenar y poder pelear.

El contexto de Imane Khelif es que su triunfo en los Juegos Olímpicos de París 2024 fue obtenido después de que la representante de Italia, a menos de un minuto de comenzada la justa, declinara argumentando que sentía mucho dolor y que nadie le había pegado tan fuerte, añadiendo declaraciones que calificaban a su contraparte como “hombre”. Esos comentarios y la obvia declaración que daba a Argelia como ganadora de esta final, hizo que en todo el mundo, se desplegara una ola de comentarios transfóbicos, misóginos y racistas.

Transfóbicos porque desde la ignorancia y sin información completa de los exámenes médicos que acreditan a Imane Khelif como una mujer que nació biológicamente como eso, atacaron al Comité Olímpico y a la propia atleta por ser un “hombre vestido de mujer” (sin serlo) que supuestamente, participaba de esta manera en la categoría de boxeo femenil tan solo por autopercibirse mujer.

Vale la pena recalcar que en Argelia es ilegal ser homosexual, es ilegal transitar en género y no hay ley que permita el cambio de género en los documentos, mucho menos el tratamiento hormonal o alguna cirugía de reasignación genital sexo-genérica en el sistema de salud. Además, socialmente excluyen, persiguen y someten a toda persona de la diversidad, o sea que es simplemente imposible para Imane Khelif pudiera haber transicionado antes de los 19 años en su país, mucho menos pensando en que el comité olímpico argelino la aceptó en competencias desde su adolescencia, con sus documentos nativos pues nunca vivió en otro país que no fuera el suyo donde pudiera haber hecho un cambio de ese tipo.

Personajes de la talla de Elon Musk, Giorgia Meloni y hasta periodistas, comisionados de México oficiales en los Juegos Olímpicos, entre otros, han caído en la falsa noticia y contribuido a un clima de odio que implícitamente guarda una afirmación profundamente misógina: las mujeres no pueden ser más fuertes ni más altas o más musculosas o tener más testosterona que las mujeres promedio pues, según ellos, con eso dejan de ser mujeres.

En 2018, Khelif participó en el mundial de boxeo y fue eliminada en la primera ronda. En 2019 de nuevo lo intentó en el mundial de boxeo, de nuevo, la sacaron en la primera ronda. Fue hasta 2020 cuando calificó en los Olímpicos de Tokio, llegando a cuartos de final, cuando su participación comenzó a destacar. Pero el rumor que cuestiona y mide a las mujeres por su feminidad, discriminándola según los estereotipos impuestos con el ideal de las mujeres blancas occidentales, empezó cuando le comenzó a ir bien en 2022.

En 2023 la International Boxing Association (IBA) de Rusia la descalificó por tener “demasiada testosterona”. Aquí viene el estándar racista: Mundialmente esto le pasa principalmente a las deportistas africanas como Khelif. Caster Senmeya, Christine Mboma y Beatrice Masilingi. Todas mujeres, todas discriminadas y calificadas a pesar de haber nacido como mujeres y todas físicamente criticadas por “parecer hombres”.

Los estándares de aquello considerado como “normal” ha tomado como objeto de estudio los cuerpos de las mujeres blancas y occidentales, dejando a un lado la diversidad de los cuerpos con genéticas raciales diferentes.  Eso hace que los estándares que miden cuanta testosterona es normal o no en las mujeres sean esencialmente racistas, empezando por la exclusión contra las mujeres afro y continuando por la estigmatización al denominarlas como lo raro, el fenómeno o lo enfermo, lo antinatural. Un nuevo oscurantismo que en plena era de la ciencia y la tecnología se niega a reconocer como mujeres a esas mujeres que no encajan en la fragilidad, debilidad y feminidad esperada.

Los Juegos Olímpicos tendrían que ser un escenario donde la diversidad y pluralidad permitieran enriquecer a la humanidad  conociendo otras maneras y culturas de entender la vida, no así una justa de odio.

Para cerrar con broche de oro, Imane Khelif es calificada por la medicina occidental como una mujer con “hiperandrogenismo”, una condición endócrina que es común entre las mujeres argelinas y africanas. Su cuerpo produce altos niveles de testosterona, hormona que todas las mujeres producen por ovarios y glándulas suprarrenales en diferentes niveles. Además, existe información de que Imane podría ser portadora de una alteración genética denominada como “Síndrome de Swyer”, condición clínica anormal que afecta a 1 de cada 80 mil mujeres y según National Cancer Institute, se denomina también “disgenesia gonadal pura 46,XY”, que es una afección genética rara que provoca que una persona tenga rasgos femeninos a pesar de tener un cromosoma X y un cromosoma Y, que es el patrón del sexo masculino. Las personas con síndrome de Swyer tienen órganos genitales internos femeninos, como el útero, las trompas de Falopio y la vagina, pero no tienen ovarios. Afección genética rara por la que una persona presenta rasgos femeninos a pesar de tener un cromosoma X y un cromosoma Y (patrón del sexo masculino). La persona tiene órganos genitales femeninos, entre ellos, útero, trompas de Falopio y vagina. O sea, es una mujer. No eligió ni se autopercibió como nada más que lo que es.

El asunto de fondo es que la intolerancia y el odio parece guardado con una fragilidad a flor de piel que a la menor provocación, sea falsa o sea sensacionalista, explota y detona odio puro. Algo que no cabe en el espíritu deportivo de unos Juegos Olímpicos. Los cuerpos son diferentes y las mujeres también pueden ser muy muy muy fuertes. Discriminar, señalar o de plano, intentar excluir, nos coloca mucho más cerca de la ignorante inquisición que de los debates importantes como  la vigencia de los deportes de contacto y la falta de estudio y reconocimiento de los cuerpos racialmente distintos a la hegemonía norteamericana y occidental.