Un historiador ruso inventó hace algunas décadas el término “hipernormalización” para describir la aceptación de hechos que hace un escaso tiempo eran considerados extremos, incluso aberrantes.

Buscando las palabras necesarias, no encuentro un término más correcto para describir lo que estamos presenciando en París 2024, que una hipernormalización de una pandemia que sigue matando y dejando con graves secuelas a cientos de miles alrededor del mundo.

La postal del campeón olímpico de los 100 metros planos Noah Lyles, colapsando tras correr la final de los 200 metros planos infectado de Covid, esparciendo el patógeno por toda la pista y apenas alcanzando el tercer lugar, es una muestra más del nivel de degradación que ha tenido la salud pública en los últimos años.

No es normal que un atleta de alto rendimiento de 27  años de edad, joven y en el tope de sus capacidades, tenga que ser retirado de la pista en silla de ruedas. Tampoco es normal que otros atletas de equipos de natación de Australia, Estados Unidos y otros países hayan competido con la enfermedad activa, contagiando a otros atletas, entrenadores, trabajadores y periodistas presentes en la zona de competencia, vestuarios y villa olímpica, pero vamos, la normalidad ha brillado por su ausencia desde hace 4 años.

Es mi opinión que muchos casos de “sorpresas” en pruebas otrora dominadas por los estadounidenses se debe a alguna infección activa de Covid que les restó capacidad pulmonar, por obvias razones.

En algún tiempo quizás veremos historias de atletas que quedaron con secuelas luego de competir en París 2024. O quizás no veamos nada y la hipernormalización continúe, cómo hasta la fecha.

Lo más triste es que las medidas para contrarrestar la propagación del virus ya existen: ventilación, filtros de aire, luces ultravioleta que no afectan la vista, cubrebocas, pero es más fácil fingir la normalidad. París 2024 será tristemente recordado, entre otras cosas, por ser los “juegos del covid”.