Mis Pumas, el equipo de mis amores, iniciaron este torneo con la promesa de un nuevo resurgir. Tras varias temporadas de irregularidad, el inicio del torneo daba señales de esperanza, una racha ganadora que ilusionó a la afición. Sin embargo, el parón de casi un mes por la disputa de un torneo en tierras estadounidenses, cuyas luces y reflectores poco aportan a la esencia del fútbol mexicano, fue una daga en el corazón de nuestras aspiraciones.
El contexto de esta pausa resulta paradójico y frustrante. Pumas no solo quedó relegado a una participación marginal en Estados Unidos, sino que, al regresar a la liga, el equipo perdió el ritmo que lo había colocado en una posición prometedora. La racha ganadora que tanto esfuerzo costó construir se esfumó como arena entre los dedos. Ahora, nos encontramos de nuevo en la temida media tabla, con cada jornada que pasa alejándonos más de una actuación destacada en el torneo.
La situación de Pumas no es solo resultado de un mal calendario o de un torneo que poco aporta a nuestro fútbol; es el reflejo de una problemática más profunda que se ha gestado a lo largo de los últimos años. La sequía de títulos ya es alarmante, y aunque la afición auriazul es de las más fieles del país, todo tiene un límite. El amor a la camiseta, la entrega en la cancha y el compromiso con los colores son valores que la afición siempre ha exigido y celebrado, pero también es tiempo de exigir resultados.
En este punto, la directiva de Pumas tiene la responsabilidad histórica de devolverle al equipo la grandeza que ha caracterizado a la institución universitaria. No basta con buscar el éxito económico, con la venta de jugadores o la firma de contratos publicitarios que engrosen las arcas. La esencia de Pumas va mucho más allá del dinero; se trata de una identidad que se construye con garra, con jóvenes surgidos de la cantera que entienden lo que significa portar la camiseta auriazul y con un cuerpo técnico comprometido con un proyecto a largo plazo.
La filosofía de Pumas debe ser más que una estrategia de mercadotecnia; debe ser un compromiso inquebrantable con el juego, con la formación de jugadores y con la conquista de títulos. Querer ver a Pumas nuevamente campeón no es solo un deseo, es una necesidad para una afición que ha demostrado su paciencia y lealtad, pero que también merece celebrar. Cada gol, cada victoria, debe ser una reafirmación de los valores que nos definen: la garra, el coraje y el amor incondicional por los colores.
El camino de regreso a la gloria no será fácil ni rápido, pero es imperativo. La pausa de este torneo, con sus efectos devastadores en el rendimiento del equipo, debe servir como una lección: el enfoque debe estar siempre en la competencia que realmente importa, en la Liga MX. No podemos permitir que distracciones externas, por atractivas que parezcan, desvíen al equipo de su verdadero objetivo.
En conclusión, Pumas debe volver a ser ese equipo que intimida a sus rivales, que se entrega en cada partido y que lucha hasta el final. La afición está lista para apoyar, como siempre lo ha hecho, pero es momento de que la directiva y el equipo respondan con la misma pasión y compromiso. Queremos un Pumas que vuelva a ser protagonista, que vuelva a levantar trofeos, pero sobre todo, que vuelva a jugar con el corazón y con la garra que siempre nos ha distinguido.
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