Luego del reciente torneo de liguilla del futbol mexicano, espectacular, emocionante y con una calidad deportiva de élite mundial mostrada a México y el mundo, podríamos afirmar que la gestión de Mikel Arriola ha sido buena, máxime si ‘se cuelga’ también de las hazañas internacionales del Pachuca, que jugará en próximos días una final intercontinental contra el Real Madrid, ni más menos. Pero, vaya, solo un aficionado muy poco informado y/o avispado desconoce el ADN del Grupo Pachuca: formar talento mexicano y brillar en torneos internacionales, que es su sello de ya muchos años.
El sr. Mikel Arriola se ve que aprendió algo en su paso por la administración pública y la política, y esto es el “caer siempre parado”, como los felinos, ya que no solo no se fue junto con ‘La Bomba’ Rodriguez y todo su equipo de la FMF, del que teóricamente también formaba parte, al haber llegado a dirigir la Liga MX justo al mismo tiempo, pero lejos de eso, fortaleció su presencia y fuerza en un mundo que le es (o le era) totalmente ajeno y que es el futbol. Bien por Arriola, vive días de esplendor.
Pero OJO: que los momentos luminosos que vive Mikel son un espejismo, en buena medida, ya que al iniciar de nuevo el torneo de liga en enero, la realidad lo regresará a su sitio, y es que el futbol mexicano y su competencia deportiva real no puede circunscribirse a solo 7 u 8 clubes y sus respectivas ciudades; el relegar a más de una decena de plazas de primera división (más los de Liga Expansión MX y demás divisiones inferiores) a NO PELEAR NADA en lo deportivo, más que tres puntitos por partido, ya deja ver estadios vacíos, donde antes los había llenos, a eliminar las emociones y la pasión (es lo que, al final del día, oferta el futbol) en todas esos estadios/ciudades/plazas, es un disparo en el pie a todo el ecosistema futbolístico nacional, incluyendo la cartera misma de no pocos de los dueños de clubes.
Urge tomar alguna medida(s) para volver a vincular a todos los equipos en México a una verdadera competencia, mediante incentivos deportivos, y aquí la imaginación es crucial: ya sea un torneo de ‘promoción’ cada año, en el que se dispute un cambio de categoría entre equipos de primera (últimos en la porcentual) con los primeros de la expansión, el regreso del torneo de copa local o una formula híbrida. Lo que sea, menos el condenar a la mayoría de las aficiones de todo el país (y futbolistas profesionales) a contemplar cómo sus equipos no juegan por, prácticamente, nada, y donde ya se adivinan resultados de incentivos perversos por efecto natural de todo esto, como son los ya aquí mencionados estadios vacíos y peor aún, el caso de amaño de partidos con motivo de apuestas, como ya se investiga a miembros del club Los Alebrijes de Oaxaca.