La FIFA ha definido los grupos para el Mundial de Clubes 2025, marcando un hito histórico al ser el primer torneo con 32 equipos y un formato similar al de la Copa del Mundo. Este sorteo, celebrado en Miami, ha puesto a los representantes mexicanos frente a retos que podrían ser una plataforma para el reconocimiento internacional o un recordatorio de las limitaciones estructurales del fútbol nacional.

Monterrey, León y Pachuca, los tres clubes mexicanos clasificados, enfrentarán desafíos colosales en sus respectivos grupos. Monterrey, en el Grupo E, se medirá contra River Plate, Urawa Red Diamonds e Inter de Milán. Este sector representa una prueba de fuego, ya que incluye al club argentino con una rica tradición internacional y a un gigante europeo como el Inter. Aunque los Rayados han demostrado solidez en competencias internacionales, necesitarán algo más que buenos números: deberán superar su tendencia a vacilar en instancias clave.

Por su parte, León, en el Grupo D, enfrentará a Flamengo, Chelsea y Espérance Tunis. Es, sin duda, uno de los grupos más complicados. El club esmeralda se topará con dos potencias: un Chelsea acostumbrado a la élite europea y un Flamengo que reina en Sudamérica. La incógnita radica en si el campeón mexicano podrá mantener el nivel competitivo que mostró en la Liga de Campeones de Concacaf o si sucumbirá ante la presión de los focos globales.

Pachuca, en el Grupo H, no lo tendrá más fácil. Se enfrentará al Real Madrid, el equipo más laureado de la historia del torneo, además de Al Hilal y RB Salzburgo. Si bien el conjunto hidalguense cuenta con una estructura que ha promovido talento joven y ha ganado experiencia en competiciones internacionales, enfrentarse al gigante español es un reto que requerirá una ejecución perfecta y algo de fortuna.

El sorteo no solo refleja el nivel de exigencia del torneo, sino también expone las desigualdades estructurales entre el fútbol mexicano y las potencias internacionales. La falta de continuidad en proyectos deportivos, los intereses comerciales que suelen primar sobre los deportivos y la ausencia de un verdadero sistema de competencia con ascensos y descensos afectan la capacidad de los clubes mexicanos para competir al máximo nivel. Este torneo será una radiografía precisa de las fortalezas y, sobre todo, de las debilidades de nuestro fútbol.

Para Monterrey, León y Pachuca, el Mundial de Clubes no será sólo un escaparate, sino una oportunidad para cambiar la narrativa. Un buen papel podría revitalizar el orgullo del fútbol mexicano y contrarrestar la percepción de que, a nivel internacional, nuestros equipos están condenados a ser meros participantes. Sin embargo, para que eso ocurra, deberán demostrar que son capaces de superar no solo a los gigantes que enfrentarán, sino también a sus propios fantasmas. El tiempo dirá si están a la altura del desafío o si, una vez más, el sueño de conquistar el mundo se quedará en promesa incumplida.