La noticia del fallecimiento de Cristóbal Ortega a los 68 años ha dejado un vacío profundo en el fútbol mexicano, especialmente entre los seguidores del Club América. Ortega no solo fue un jugador emblemático; su lealtad y compromiso con las Águilas lo convirtieron en una figura icónica cuya influencia trasciende generaciones.

Debutó en 1974 y, a lo largo de su carrera, disputó 711 partidos oficiales con el América, estableciendo un récord de presencias en el club. Junto a Alfredo Tena, comparte el honor de ser el jugador con más títulos en la historia del equipo, acumulando 14 trofeos. Su versatilidad en el campo, comenzando como extremo derecho y adaptándose posteriormente a mediocampista defensivo bajo la dirección de Carlos Reinoso, demostró su capacidad para reinventarse y aportar al equipo desde diversas posiciones.

Una anécdota que refleja su devoción al América es la oferta que recibió de Cruz Azul antes de firmar su primer contrato profesional. A pesar de la tentadora propuesta económica —40,000 pesos en mano y un salario mensual de 6,000 pesos— Ortega declinó, afirmando su deseo de jugar únicamente para el equipo de sus amores. Esta decisión no solo evidenció su integridad, sino también una pasión inquebrantable por los colores azulcremas.

Entre los momentos más destacados de su carrera, Ortega siempre recordó con especial cariño el campeonato obtenido en la temporada 1983-1984, conocido popularmente como la “Final del Siglo”. Enfrentando al acérrimo rival, las Chivas del Guadalajara, el América se coronó campeón con una victoria de 3-1 en el Estadio Azteca. Ortega describió ese triunfo como el más significativo de su trayectoria, resaltando la calidad de los goles y la excelencia de sus compañeros.

La partida de Cristóbal Ortega invita a reflexionar sobre la esencia del fútbol y el tipo de figuras que este deporte necesita. En una era donde la lealtad a una camiseta es cada vez más rara y las decisiones suelen estar influenciadas por factores económicos, la trayectoria de Ortega se erige como un ejemplo de compromiso y amor por el juego. Su legado no solo se mide en títulos y récords, sino en la inspiración que brinda a futuras generaciones de futbolistas que buscan dejar una huella auténtica en el deporte.

El Club América y el fútbol mexicano han perdido a una de sus más grandes leyendas. Sin embargo, la memoria de Cristóbal Ortega perdurará en cada rincón del Estadio Azteca, en cada aficionado que coreó su nombre y en cada joven que sueña con emular su entrega y pasión en el terreno de juego. Su vida y carrera son un testimonio de que, más allá de los logros deportivos, la verdadera grandeza reside en la fidelidad a los propios principios y en el amor incondicional por el deporte.