Desde hace dos o tres años es que la afición mexicana debió articularse, unirse en torno a la organización de algo así como un ‘sindicato de aficionados’, que, ojo, sin la afición NO hay futbol posible. ¿Pero cómo se explica que esto no suceda?, porque el aficionado mexicano promedio es estúpido, ñoño y ridículo. Va al estadio a cantar cual subnormales el “cielito lindo”, con patéticos disfraces y con prácticamente nulos conocimientos (producto de una pasión inexistente, de la cual es hija la disciplina), de ahí que nos vendan estiércol y caro además, con el lujo de reírse en nuestra cara.
¿Un ya decrépito Memo Ochoa de titular?, carajo, de una vez mejor convocar a Olaf Heredia con miras al Mundial, y se sigue sin el descenso/ascenso, sin límite de extranjeros y con canteras cada año más improductivas, lo que, cómo no puede ser de otra forma, tiene a la peor selección desde 1978 (y caubendo en picada).
La, enésima, humillación en Honduras era para que la afición se organizara, medios existen, como las redes sociales y sus principales exponentes, como por ejemplo ‘Mike Máquina del mal’ y tantos otros, no ya los merolicos de las televisores que juegan a ser críticos de lo que en realidad no se atreven a combatir porque, simplemente, de eso comen.
Sería tiempo de que la afición abra los ojos y se empodere, pero no, ahí los veremos llenar el estadio de Toluca, con sus porras de pena ajena y sus trajes y sombreros propios de bufones, además de pagar ingentes cantidades de dinero por todo ello: humillarse a sí mismos y ser humillados por los dueños del mismo negocio que alimentan.