El periodismo deportivo en México sufrió una pérdida lamentable. El pasado fin de semana falleció André Marín, un comentarista apasionado y conocedor del fútbol, cuya voz crítica dejó huella en la prensa deportiva. Marín, como cualquier buen periodista, no solo era un amante del deporte, sino un defensor de la honestidad y la transparencia en un entorno dominado por los intereses comerciales y la falta de autocrítica. Su partida, tras una larga y difícil lucha contra la enfermedad, deja un vacío tanto en los medios como en la forma de hacer periodismo deportivo.
En ese mismo fin de semana, el periodista de investigación Humberto Padgett anunció su retiro definitivo de la profesión, cansado de las agresiones y amenazas que enfrentan los periodistas en México, particularmente aquellos que, como él, se dedican a desenmascarar las sombras más profundas de la realidad social y política. Su decisión pone en evidencia los riesgos que acompañan a la labor periodística en nuestro país, un terreno donde la violencia se ha vuelto una constante. En cambio, la partida de André Marín nos invita a reflexionar sobre el legado de un periodismo que, aunque menos peligroso en términos de violencia, se encuentra inmerso en las dificultades que impone la industria deportiva, donde los intereses económicos y políticos suelen dictar las reglas.
Andrés Marín era más que un comentarista; era una figura que incomodaba a directivos, jugadores y hasta a las mismas televisoras que lo empleaban. En un medio muchas veces cooptado por la complacencia y el sensacionalismo, Marín representaba una voz crítica, sin temor a señalar las fallas del sistema. Su estilo confrontativo y directo le granjeó la admiración de los aficionados que buscaban análisis honestos, pero también le trajo detractores entre aquellos que preferían el status quo en un fútbol mexicano que, como él mismo lo señalaba en numerosas ocasiones, había caído en la mediocridad.
En sus últimos años, y a pesar de su delicado estado de salud, Andrés Marín continuó siendo un referente. Aun mermado físicamente, su voz nunca dejó de cuestionar el manejo de la Liga MX, exponiendo los intereses que la dominaban y la falta de un proyecto serio para elevar el nivel competitivo del fútbol mexicano. Marín criticaba abiertamente las decisiones de los dueños de los equipos y la connivencia de las televisoras, que anteponían sus propios intereses a la calidad del espectáculo y el desarrollo del deporte. No le temía a la polémica, y esa valentía es algo que lo distingue de muchos de sus contemporáneos.
La figura de Andrés Marín nos deja un ejemplo, no solo como comentarista deportivo, sino como un ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas. En un momento en que el periodismo deportivo parece estar más enfocado en la farándula y el espectáculo, es urgente que surjan más voces comprometidas con la esencia del deporte. La crítica honesta, el amor por el fútbol y la denuncia de la corrupción deben ser los pilares de un periodismo que no se doblegue ante los intereses comerciales ni ante el miedo a incomodar a los poderosos.
El reto para los nuevos comentaristas y periodistas deportivos será continuar por el camino que transitó Marín: uno que privilegia el amor al deporte sobre la búsqueda de aceptación fácil. Ojalá que quienes toman el micrófono a partir de ahora entiendan que su labor va más allá de narrar un partido o comentar una jugada. Como Andrés Marín lo demostró, el periodismo deportivo también puede ser un espacio para el cuestionamiento, la crítica constructiva y la defensa de un deporte más justo, tanto para los aficionados como para los jugadores.
El fútbol mexicano pierde a uno de sus críticos, pero su ejemplo perdurará en aquellos que buscan un deporte más limpio y un periodismo más valiente. Marín será recordado no solo por su conocimiento del fútbol, sino por su crítica contra la mediocridad y la corrupción en el deporte. Su ausencia será notoria, pero su ejemplo deberá servir para que las nuevas generaciones de periodistas y comentaristas sigan alzando la voz, sin miedo a incomodar, y con un profundo amor por el fútbol y su futuro en México.
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