Hemos llegado a la mitad de la jornada deportiva paralímpica de París 2024 ¡y vaya, de qué manera! Nuestros paratletlas han sacado la casta y en el camino han cosechado las ansiadas medallas.

Ya escuchamos incluso el himno nacional gracias a la mexiquense Gloria Zarza quien ganó medalla de oro en la disciplina de “impulso de bala F54″. Se nos inflama el pecho al verlos subir al podio, como los casos de la doblemente medallista paralímpica Haidee Aceves, con dos medallas de plata que ya cuelgan de su cuello.

O los casos del también doble medallista Ángel de Jesús Camacho, con dos medallas de bronce en para-natación, a quien además le gusta interactuar en redes sociales con nosotros, la gente que los estamos siguiendo en esta justa deportiva.

También fuimos felices con el triunfo y la medalla de bronce de Rosa María Guerrero por su lanzamiento de disco, de Osiris Machado también por lanzamiento de disco F64 y Juan Diego García en para-taekwondo K44 70kg. Así, hasta el momento en que escribo estas líneas.

Nos encanta ver a nuestros compatriotas triunfar pero la duda me asalta: ¿somos una sociedad hipócrita? Dejen me explico, ahorita que se están llevando a cabo estos juegos paralímpicos, nos sentimos muy orgullosos de nuestros paratletas que están compitiendo, compartimos sus hazañas en redes sociales, pero ¿por qué sigue habiendo gente que no respeta el espacio en los estacionamientos reservado a las personas con discapacidad o de movilidad limitada, como le llaman ahora?

Ustedes no me dejarán mentir, es el pan nuestro de cada día en centros comerciales, plazas, tiendas de cadena, donde pasan lamentables fenómenos; o no se respeta el lugar de estacionamiento o se bloquean las rampas, porque quien lo hace piensa: “nomás tantito, no me tardo nada”.

Cuántas veces he visto miles de videos donde se obstruyen las rampas de las banquetas -cuando las hay-, impidiendo la movilidad de las personas que van en sillas de ruedas; o cuando la gente con poca capacitación en el transporte público impide el acceso de débiles visuales que van acompañados de sus perros.

Nos encanta celebrar los triunfos y vernos muy incluyentes con las personas con discapacidad, pero en nuestro día a día no hacemos nada por integrarlos a la sociedad, sino lo contrario. Les hago la pregunta, ¿cuántas calles de nuestras ciudades son aptas para las personas que tienen algún tipo de discapacidad?, ¿cuántos de nosotros sabemos lengua de señas?, y ya no hablemos del braille.

Porque les aseguro que ni siquiera en las grandes tiendas departamentales hay etiquetas en braille por si alguien con alguna discapacidad visual quiere adquirir una prenda de vestir.

Son esa parte invisible de nuestra sociedad que “ahí está” pero que en los hechos no existe. Por eso es importante hacernos varios cuestionamientos de qué estamos haciendo como sociedad para integrarlos verdaderamente.

No solo admirarlos porque ganan medallas, sino que diferencia de nosotros los “normativos”, ellos tienen que luchar día a día para sobrevivir en un entorno totalmente agreste, que no está adaptado a ellos, y peor aún, les exigimos que sean ellos quienes se adapten a “nuestro mundo”.

Y no se trata nada más de hacer rampas a lo loco, o de crear una infraestructura “incluyente” nada más para taparle el ojo al macho. Reconozco que el Metrobús, con todo y los defectos que pueda tener, cuentan con señalizaciones en braille, y los pictogramas de las estaciones facilitan mucho la movilidad, con los anuncios auditivos y las pantallas donde informan en cuánto tiempo llegará la siguiente unidad, y a dónde va.

Igual que el Metro, con sus asegunes, es un medio de transporte que la gente con alguna discapacidad lo puede utilizar de manera segura, pero no así en los camiones, ahí sí que es otra historia. Y mención aparte merecen los taxis y UBER´s, pues muy pocos cuentan con el adiestramiento adecuado para atenderlos.

No solamente me refiero a la parte que le toca al gobierno, también la iniciativa privada es reacia a contratar personas “diferentes”, y muchas veces -si lo llegan a hacer- es porque reciben algún tipo de subsidio especial, o porque con eso se hacen merecedores a la etiqueta de ser una “empresa socialmente responsable”.

Más allá de los alicientes que se puedan tener, de verdad me encantaría que la gente con algún tipo de discapacidad fuera tratada sin “condescendencia”, y con el respeto y dignidad que merecen.

Por eso me parece muy importante señalar que la transmisión de los Juegos Paralímpicos es un parteaguas, para que la gente que miramos las proezas de estos paratletas, nos demos cuenta de que no es esa sociedad “invisible” a la que no solemos ver, al contrario.

Por el momento, nuestros paratletas brillan en la ‘Ciudad Luz’; felicidades a todos ellos por su dedicación y esfuerzo, mi más grande admiración a sus familias, entrenadores y a toda la gente que los apoyó para llegar al Olimpo deportivo.